viernes, 23 de septiembre de 2016

Libertad

Trabajar de lunes a lunes, cumplir con un horario en todo momento, cocinar, ayudar con los quehaceres de la casa; tratar de hablar con la verdad, pero sin herir susceptibilidades son cosas que te hacen sentir como en una cárcel mientras tratas de acomodar tu agenda para tener un tiempo y dedicarlo para recrearte, trabajar mente y espíritu y, con suerte, también el cuerpo. Son cosas que parecen imposibles de hacer simultáneamente en estos tiempos.

Cada quien viene a este mundo para aprender una o varias lecciones. No todos tenemos las mismas, aunque algunas veces coincidimos con otros en cruzadas personales.

Para mí creo que es una cuestión de aprender a ser feliz sola, por mi cuenta o sin que ese estado de ánimo dependa de otra persona o de agentes externos. Hay que buscar el balance entre cuerpo, mente y espíritu.

En los últimos años me han pasado miles de cosas. Me han puesto muchas pruebas. Unas superadas y otras que aún intento integrar; pero sin duda he logrado aprender a estar conmigo, a disfrutar de la vida, de los giros inesperados que nos sacan de la zona cómoda y aceptar retos que a otros les parece “una locura”.

Ahora me pregunto, ¿qué es la vida sin un poco de locura? ¿Qué es la vida sin pasión, si atreverse a hacer cosas que otros ni soñarían? ¿Qué es la vida sin provocar o aceptar retos? ¡Nada! ¿Venir al mundo solo por llenar los pulmones con aire y dejar que la vida pase sin pena ni gloria frente a mis ojos? ¡Pues no! ¡No me da la gana! ¡Me niego!

No sé si será la carrera que escogí o las circunstancias que se me han presentado en la vida, pero aprendí a cambiar de rumbo con más frecuencia que los demás. También he aprendido que los planes cambian de la noche a la mañana, que un día estás en un lugar y al siguiente, ¿quién sabe?

Tal vez por eso es que trato de disfrutar la vida como viene y me alegran las “cosas” pequeñas, esos regalos que se nos presentan a diario: una puesta de sol, un atardecer, una tarde de lluvia en medio de un día de calor infernal, una sonrisa sincera o unos ojos que hablan solos.

Estoy harta de los planes. No me malinterpreten, ya que hay ciertas cosas o áreas de nuestras vidas que deben tener un Norte y debemos saber cómo llegar a la meta. Me refiero a la vida como tal o, tal vez, a la forma de relacionarnos con los demás.

Para mí hay que hacer la parte del trabajo interno, o eso he aprendido últimamente, y a nuestra vida llegará quien tenga que llegar y se irá quien ya haya cumplido con su función.

Hay que hacer, soltar y luego dejar que la ley de atracción haga de las suyas. No hay que buscar en todos lados a esas personas, contar las horas para que llegue ese momento y, cuando pase, buscar de cualquier manera que se mantengan a nuestro lado.

Simplemente las cosas hay que dejarlas fluir, que todo caiga por su propio peso… Lo peor que se puede hacer es presionar a que los que nos rodeen se queden por más tiempo porque, la verdad, ocasionaría el efecto contrario. Los humanos somos animales y, hasta los momentos, no conozco a ninguno que le guste vivir en cautiverio.


Juntos y en libertad, siempre.