lunes, 10 de enero de 2011

El náufrago


Me recuerda al reencuentro con un novio luego de mucho tiempo sin vernos; era horrible cuando lo veía irse de nuevo. Cada vez que pasaba, se llevaba una parte de mí… Menos mal ya eso se acabó y no tengo que ver a nadie partir, mientras una lágrima recorre mi mejilla.

Un amor de lejos es lo más duro que se puede vivir como pareja y, la verdad, es que no todas la resisten... La distancia hace lo suyo, aunque no quieras. El problema está en que, a veces, quien aprende a querer en la distancia era la persona débil y sin experiencia; mientras que la persona que ya sabía cómo era la cosa es la que termina rindiéndose.

Pero “x”, ¡vainas que pasan! La verdad lo mejor que hice fue haber acepado el final de esa relación…Terminó mi sufrimiento diario con una puñalada directa al corazón cuando dijo: “Ya no es lo mismo, no sé si te amo o es costumbre” *FIN*.

Confieso que no sirvo para una relación así, a distancia. Soy demasiado entregada e impulsiva. Soy de las que le da una puntada y le provoca verlo, aunque sea para darle un beso o un abrazo, decir un te amo o simplemente mirarlo a los ojos para luego regresar feliz a mi casa.

No soy de las que puede poner el amor en pausa por la distancia. Traté de hacerlo y lo logré por un año entero, pero… ¿a qué costo?

¿El de verlo después de dormirme y despedirme antes de despertar? ¿El de pasar noches llorando con una almohada salada de tantas lágrimas que derramé en sueños cuando lo tenía a mi lado para luego verlo partir? ¿El costo de esperar detalles que nunca llegaron para mantener al amor vivo? ¿El de dormir abrazada a una almohada que guardaba un olor por poco tiempo y que no me hacía sentir segura porque no tenía brazos, ni latidos, ni piel?

Esa almohada que no me besaba al despertar con la promesa de que mi día sería excelente luego de verme reflejada en sus ojos. Esa almohada que no me cuidaba mientras soñaba… Una simple tela y letras no pueden ocupar el lugar del calor humano y el de esas palabras que te expresan, en un murmullo, el amor más grande y puro.

No estoy dispuesta a morir lentamente por un amor lejano. Y si alguna vez llego a considerarlo de nuevo, será porque tengo a mi lado a una persona detallista (no de la que te compra con grandes regalos, sino de la que te sabe llenar con pequeños detalles: un te amo en alguna hoja de cuaderno, un mensaje o llamada a una hora inesperada, una visita de sorpresa, una flor que recogió de algún jardín… Cosas tontas, pero que llenan tanto)

No quiero una persona que me haga poner el amor en pausa, sino una que lo haga crecer cada día más, aún estando lejos.

... Pero eso es mucho pedir, así que me quedo con los amores donde la distancia no forme parte de la ecuación... ¿Por qué? Porque no puedo poner mis sentimientos en pausa y vivir lejos de la persona a la que amo... Así de simple.



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