jueves, 3 de octubre de 2013

Un bien mayor

Hay personas que vienen a este mundo para estar solas. ¿Por qué? ¿Quién sabe? Tal vez tengan un propósito en la vida mayor al personal. Tal vez busquen estar rodeados de amigos, formar una familia, encontrar alguien con quien compartir un amanecer… pero quizás los planes que tengan para esa persona sean otros. Tal vez no hay nada planeado y puede que seas un juguete, como una hormiga en una granja.


Muchas personas se sienten un cero a la izquierda, pero podrían llegar a hacer algo con lo que la humanidad los recuerde. Lo difícil es descubrir si de verdad hay algún plan para ti en esta vida. Lo difícil es tratar de seguir respirando sin saber el rumbo que llevas o la razón que te trajo aquí. Lo difícil es querer algo y no lograrlo, por más que lo intentes. Lo difícil es darte golpes una y otra vez, aprender de tus errores y no saber si estás en el camino correcto.


¿Se está solo por decisión? ¿Quién sabe? Tal vez ese sea tu destino. Tal vez las personas se alejen luego de enseñarte algo. Sin duda alguna de un tiempo para acá he aprendido una cosa: “todos nacimos solos”; sin embargo, hay distancias que, por más que te enseñen algo, siempre duelen.


¡Respira!

“La vida no es fácil” ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase? ¿Cuántos de nosotros nos hemos detenido a pensar en ello? Creo que son muy pocos quienes lo han hecho. Yo me incluyo en el grupo de los que viven su vida día a día, a aquellos que nos dejamos llevar por la rutina.

¡Para! Llega un momento en nuestra existencia en el que tenemos la certeza de estar en el lugar correcto, pero ¿qué estamos haciendo?

Las cosas se ponen difíciles. Tu familia y amigos están a un mar de distancia aunque, en tu mente, siempre los tengas presentes. Conoces gente nueva, haces amistades y poco a poco te vas alejando de las personas “tóxicas”. De pronto miras alrededor y te das cuenta de que con una sola mano puedes contar, y te sobran dedos, a quienes están allí para apoyarte, a quienes están allí para ayudarte a sacudirte la tierra cuando caes al piso de rodillas.

¡Respira! Estás rodeado de gente que lo único que quiere es causarte daño, de gente que buscará alejarte de esos a quienes aprecias, de gente que te vigila, de gente que solo tiene malos ojos para ti. Te sientes encerrado, agobiado, no encuentras esa luz al final del túnel. Todo está en tu contra. Quieres dejar de luchar.

¡Para y respira! Cuenta hasta 10, 100, 1.000… cuenta hasta que te calmes.

¡Cierra los ojos, respira y concéntrate en poner la mente en blanco! Abres los ojos de nuevo y miras a tu alrededor con una mayor perspectiva. Ahora no solo ves ojos que transmiten odio, sino que puedes ver a aquellos que sonríen en silencio cuando estás cerca. Te das cuenta de aquellas miradas que desnudan tu alma y les gusta lo que ven. Te aprecian, te apoyan.

La vida no es fácil. Si fuese así, todos saldríamos vivos de ella. Lo importante no es solo llegar a la meta; algunas veces encontrar la felicidad en el camino que recorres, es lo que verdaderamente importa.

¡No tires la toalla! Lucha por lo que quieres, aun cuando te sientas solo porque, la mayor parte del tiempo, no tienes la oportunidad de mirar a tu alrededor y notar que hay quienes sí se alegran por tus triunfos.


¡No estás solo! ¡Respira! 


Nuevos aires

Sentir que encontraste tu lugar en el mundo. ¡Sí!, antes de tiempo; pero al fin lo encontraste.

Llegar al lugar que siempre imaginaste para tu retiro. Cumplir un sueño, sentirte en paz, mirar a tu alrededor y decir: ¡Aquí estoy! ¡Por fin!

No importa si nadie te ve, eso es lo de menos. De hecho, mientras menos te miren, mejor… La humanidad no se caracteriza por festejar cuando otro está feliz. En silencio esa tranquilidad que sienten otros les nubla el alma, les despierta la envidia. ¡No me vean!

Que otros ojos te entiendan y compartan lo que sientes con el Universo, con lo que eres y con lo que quieres llegar a ser es lo mejor. Un sentimiento dulce como la miel.

¡No me miren porque la sonrisa es algo que no se puede ocultar! ¡No me miren porque a veces estoy de viaje! ¡No me miren porque estoy en cuerpo, pero mi alma está recorriendo todos los rincones de este lugar bajo la luz de la luna y el sabor del vino mojando mis labios! ¡No me miren y déjenme disfrutar la vida!

La Perla del Caribe no es para todos. Solo los que se detienen a observar, llenar sus pulmones de aire y terminan sonriendo son quienes de verdad descubren su encanto. Los que llegan a sentir su esencia pueden disfrutarla como se debe… la Perla del Caribe no es para todos.

Muchos pies caminan sobre la arena, pero muy pocos dejan huellas. Navegados nos llaman y uno sonríe al mirar la infinidad, recordando lo que se dejó atrás. A veces extrañas cosas, personas, lugares, pero luego respiras profundo, bajas la mirada y ves tus huellas… en ese preciso instante entiendes que no hace falta nada más.

Tal vez encuentres ese lugar con el que soñaste siempre y te des cuenta de que llegaste en el momento justo. Te sana la mente, el alma y consigues estar en paz contigo mismo. ¡No llegué antes, llegué cuando tenía que hacerlo!

La vida da muchas vueltas para mostraste tu propósito en la vida. A veces no lo entiendes por completo, pero sabes que estás más cerca que antes de descubrirlo. El simple hecho de poder desconectarte del mundo en cualquier momento, de lograr que tu cuerpo y mente se conecten te grita: ¡estás cerca!

Cuando estás consciente de ti como parte del mundo puedes llegar a descubrir otras cosas que siempre estuvieron allí, ocultas a plena vista. ¿Por qué no lo notaste antes? Quizás tenías una venda en los ojos por preocuparte por cosas que, al final, no interesan.


Estoy cerca de descubrirlo. Encontré mi lugar en el mundo y la sonrisa me delata. ¡No me miren!


lunes, 30 de septiembre de 2013

Al acecho

Ésta noche no va mejorar. Será fea…

Llegó la musa, la tristeza; un día en que no la esperaba, un día que no la extrañaba, pero... ¡ahí está! Me seduce con el rímel en el centro de sus mejillas, con esa sonrisa retorcida. Me acecha.

Allí está ella, esperando que mis sentidos caigan ante la sensación de su presencia. Está buscando distraerme con su andar felino, su piel blanca, con sus ojos tan brillantes en los que puedo ver mi reflejo, el fondo de mi alma.

Aprovechando mi distracción, mi embelesamiento ante su belleza oculta, se va acercando poco a poco como un tigre blanco ante su presa.

Aquí estoy yo con mis ojos atentos y tratando de que ella no me atrape. Estoy buscando la forma de salir de su encanto. Voy levantando muros con recuerdos de tiempos felices, mirando en varias direcciones alguna ruta de escape.

Ella acepta el reto. Sabe que no resistiré por mucho tiempo y que pronto seré suya. Huele el miedo, ve en mis ojos que el temor va creciendo y que me voy quedando sin opciones.

Se acerca un poco más. Ya puede sentir en sus labios el sabor de mi piel. Ya puede adelantar el momento en el que intentaré salir corriendo para apartarme. Dentro de ella sabe que es una pelea ganada y sus ojos admiran cómo voy cayendo lentamente.

Mis manos buscan tapar el sentimiento que ha ido creciendo en mi interior… ¡Ya es demasiado tarde! Miró en el fondo de mi alma y lo encontró. Lo supo desde el principio, ¡soy suya!

Mis rodillas comenzaron a ceder hasta que tocaron el suelo, tan frío como mi piel por culpa del miedo. Nunca dejé de mirarla a los ojos. Sabía que éste momento llegaría, como muchas otras veces, pero seguí mirándola en un acto de valentía.

Poner en pausa la vida, pensar qué es lo que tienes y darte cuenta de que… no tienes nada.

Pensar que estás rodeada de gente y saber, muy en el fondo, que no le importas a nadie realmente. Darte cuenta de que el día que no estés solo lo notarán muy pocos y que, de igual forma, seguirán con sus vidas.
Fuiste solo alguien que pasó por la vida de los demás sin dejar nada importante, un punto más visto desde el Universo, un ser que solo consumió oxígeno. No fuiste nada.

Decido apretar nuevamente el botón de pausa sabiendo que no hay nada que perder porque ella estaba quieta, mirando. Transcurren pocos segundos y caigo en cuenta. Mi musa, la tristeza, había brincado hacia mí. Con una agilidad admirable, de esa que solo se ve en documentales, ella había mordido cada centímetro de mi piel llevando ante el paso de sus colmillos músculo y hueso, llegando a lo más profundo.

Mientras yo estaba confiada con la tregua que me había dado al pisar el botón, ella había logrado su cometido. Me atacó sin piedad y el dolor de mis pensamientos me hacía creer que ella seguía en su lugar, ese lugar a donde dirigí la mirada por última vez antes de ser devorada.

Allí estaba yo, indefensa ante ella, víctima de mis pensamientos por culpa de sus ataques. Mordidas llenas de veneno que fueron matando, poco a poco, lo bueno que creía que tenía.


La musa antes de retirarse miró hacia atrás para contemplar su obra. Allí estaba, hecha trizas. Cuando por fin la vi lejos me levanté del suelo, me sequé las lágrimas y, sabiendo lo que había pasado y que se volvería a repetir, traté de caminar con la frente en alto.


jueves, 7 de febrero de 2013

Envidia


A la gente envidiosa le va mal precisamente por eso, por ser envidiosa. Esa persona que está más pendiente de tu cosecha que de la propia. Que vive pendiente dónde compras las semillas, cómo trabajas la tierra para que sea fértil, qué abono usas, cuánta agua gastas para preparar el terreno. Todavía que tú dijeras: bueno, está mirando para ver cómo se hace; pero, no… su única razón para invertir todo ese tiempo en ti, es criticarte.

Se escudan en esa actitud diciendo que unos tienen más suerte que otros. ¡Qué equivocados están! A todos se nos presentan oportunidades, a TODOS. La única diferencia es que un envidioso está más pendiente de lo que pasa en la vida de los demás y por eso descuidan la propia. Tal vez se le advirtió que vendría un vendaval y arrancaría su cosecha, pero estaba distraído criticándote a tus espaldas. Porque esa es otra cosa: no tienen las bolas para decirte las cosas de frente.

Para mí la envidia es mucho peor que el mismo odio. La envidia, al igual que el odio, es un sentimiento que te va comiendo por dentro poco a poco y sin que te des cuenta. Vamos a poner como ejemplo un cáncer, que es una enfermedad silenciosa y a veces cuando te das cuenta ya hizo metástasis y está afectando otros órganos… y, de repente, te mata.

Además, la envidia es una clara declaración de inferioridad. ¿Por qué envidiar a los demás si esforzándote podrías lograr lo mismo o, quién sabe, quizás hasta hacerlo mejor? En definitiva, ¡ocúpate de tu vida y haz tu mejor esfuerzo en lograr lo que quieres! Haz las cosas bien, sin mirar a los demás. A fin de cuentas, lo único que hace falta para despertar la envidia en alguien más es tener una sonrisa en la cara, aún cuando la vida te esté cayendo a patadas.


domingo, 20 de enero de 2013

Distancia


Hoy mientras disfrutaba del contacto de la grama en mis manos y espalda al mirar al cielo comencé a darle vueltas a la cabeza, cosa que no es rara, y llegué a una conclusión. La gente está equivocada al pensar que la distancia es una maldición. Bueno… lo es, pero no todo el tiempo.

La distancia a veces es una bendición. Tal vez dirán al leer esto que estoy loca, pero es cierto.

Aún cuando la separación entre dos personas, ya sean amantes o amigos, es algo fuerte que a veces nos toca enfrentar, deberíamos dar gracias por ello. ¿Por qué? Porque cuando uno conoce a alguien, por cualquier motivo, esa lejanía hace que la persona sea ella misma; ya que al estar lejos, le valdrá medio si te quedas o te alejas al mostrarse como es. ¿Por qué? Simple. No te conoce.

Esa distancia que tantas veces maldecimos nos puede llegar a mostrar la verdadera cara de una persona. Ese ser que está tan lejos te puede llegar a abrir su alma. Te puede llevar a confiar en la gente. Te puede hacer pensar que aún hay personas por allí que vale la pena conocer y mantener dentro de tu vida.

No sé si les ha pasado, pero yo he encontrado muchísimas veces a ese amigo incondicional muy lejos del punto cardinal en donde me encuentro; otras veces, no tan lejos. He encontrado gente que está conmigo en las buenas y en las malas, gente que me conoce y que me aprecia por lo que soy y no por lo que tengo o puedo llegar a tener.

Por allí, en algún lugar del mundo, se encuentran muchos amigos y, tal vez, algunos amores que mantengo siempre cerca de mi corazón. Algunos se han ido. Algunos hoy día siguen presentes. Sin embargo, estén allí ahora o no, le agradezco a esa distancia que me mostró su verdadera esencia.

No todas las personas que entran en nuestras vidas están destinadas a quedarse. Algunas de ellas solo se cruzan en nuestro camino para dejarnos una enseñanza. A todos ellos, tal vez alguno de ustedes, les agradezco lo que soy hoy.

La distancia es un golpe duro, pero así aprendemos los humanos. 


domingo, 13 de enero de 2013

Perdición


Existen esos flechazos instantáneos en los que hace falta solo una mirada o una sonrisa para poner tu mundo de cabeza. Buscas la forma de ponerte en contacto con esa persona y comienzas a compartir. Cada vez que hablan, te saca una sonrisa. En ese momento te das cuenta de que estás completamente perdido.

Para empeorar la situación, lo único que hace falta es que esa persona te corresponda; pero, que por una u otra razón no coincidan en tiempo o lugar.

Siempre es difícil encontrar a alguien que sientes que te complementa y, más aún, encontrarla por casualidad y darte cuenta con solo mirarla.

Éste último pensamiento me lleva a preguntarme ¿para qué te ponen a esa persona de frente si la perderás de un momento a otro? ¿Para qué torturarte de esa forma si sabe que los separará un mar de distancia? Un mar que no se cruza tan fácil, ni en cualquier momento.

Solo queda recordar miradas e imaginar lo que pudo haber sido en otro momento. Encontramos a la persona indicada en el tiempo equivocado. Así suele pasar.